sábado, 29 de marzo de 2014

Nuestro.

Se llamaba Lucinda, y era experta en dietas de pérdida de peso. Un día con once años decidió que de mayor quería ser modelo y pronto el rumor se propago por todo el colegio. No tardaron en llegar las risas, los murmullos entre amigas cuando pasaba por los pasillos del colegio, dedos que la señalaban, se reían y decía cuan imposible sería esa travesía, ya que ella era algo rellenita. Así que insultada y herida en su orgullo decidió (por la fuerza de supervivencia) que de mayor quería ser doctora. Lucinda era una buena estudiante, sacaba una media de 9 en Biología, y un 8 y pico en Matemáticas, y sin embargo se le atragantaban las letras. O mejor dicho, no daba pie con bola en lo referente a Lengua y Literatura. Las frases sintácticas eran un mundo tan extraño y extravagante, donde las resultados nunca eran los mismos, donde cada palabra tenía una función, y donde cada conjunción, adverbio, y preposición bailaban sin orden aparente en las distintas oraciones a analizar. La literatura se le daba mejor, debido a que se aprendía las épocas y los autores de memoria y  no se paraba a pensar por qué Machado comparaba "Al olmo hendido por el rayo" con su enferma y delirante esposa, o por qué Charles Dickens escribía sobre niños obreros con vidas desgraciadas, desconocía la mayoría de los autores ingleses, y los poetas españoles eran un misterio para ella. Y sin embargo siempre sacaba 5, porque no se permitía a si misma suspender. Adoraba el mundo de los números, era un mundo tan previsible, tan escaso de sorpresas y cambios, tan lleno de seguridad.
Un día, a la edad de 15 años, se enamoró. No era raro, es más iba retrasada en temas de amor, pero ella no quería estar enamorada. No quería chicos provocativos, malotes, idiotas o ignorantes, ni siquiera le atraían los frikis o las ratas de biblioteca. Pero el destino es una peonza que arroja oportunidades e ideas locas como si fueran flechas, y a ella le tocó la flecha de Aron Prieto. Aron tenía 16 años y era su mejor amigo. O su único amigo. Tenía el pelo de un extraño color castaño que bien se podía confundir con el negro en los días de niebla, unos ojos simples y grandes de color verde esmeralda y unas orejas algo grandes. Escuchaba cantantes de rock que confundían el canto con los gritos de rabia, entre ellos Rammstein, Apocalyptica y Metallica. Andaba con un paso desgarbado, era delgado en lo extremo y siempre estaba retirándose el pelo de los ojos. De Lucinda poco se sabe más que toda su persona era castaña. Olía a castañas asadas, en el jardín de su casa tenía un castaño enorme, su pelo y sus ojos eran castaños puros y su colonia era una mezcla de vainilla, frambuesas y castañas. Aron y Lucinda eran mejores amigos desde que Lucinda se mudó de barrio y Aron se convirtió en su nuevo vecino, así que aprovechando la cercanía se hicieron compañeros de juegos  y jugaban debajo del castaño del jardín de la chica. Lucinda estaba segura de estar enamorada, o al menos tenía todos los síntomas que aparecen en las películas. Soltaba risitas nerviosas cuando él decía "Nosotros", se atragantaba cuando le decía que le gustaba su nueva camiseta de Green Day, lanzaba miradas rabiosas a todas las chicas que se le acercaban, su sangre llameaba cuando él le rozaba la mano sin quererlo, se quedaba embobada cada vez que hablaba con su distinguida pasión y fiereza, y temblaba cuando hacían planes juntos. No era más que un simple primer amor. A veces deseaba fervientemente declararse, deseaba pasear con él de la mano, besarle en cada esquina, llamarle a las dos de la mañana, fugarse con él a cualquier lugar, o simplemnte tocar y revolver su espeso cabello, abrazarle y apretar su cuerpo contra el suyo, susurrarle al oído hacerle cosquillas o comprarle una colonia de su olor favorito. Pero entonces sacudía su cabeza, como hacen los dibujos animados después de un golpe, y pensaba en lo estúpido de la situación. ¿Quién iba a quererla? Así que alargo su dependiente dolor de pecho con sus correspondientes lloros en mitad de la noche durante años. Y nunca hizo nada para solucionarlo.
Lucinda era ingenua. E inocente. Creo que esas dos palabras explican muy bien cómo era Lucinda. Soñaba con ser la protagonista de Anatomía de Grey, y todo lo que implica ser una doctora guapa con carácter y hombres hermosos a tu alrededor. Creía que el mundo era un pañuelo de segundas oportunidades, esperanzas y facilidades. No fue hasta que obtuvo su licenciatura, cuando se dio cuenta de lo que implica ser mayor. Tenía que buscar un piso y dejar el piso con Aron y su novia, tenía que encontrar trabajo, un marido, un hogar con supermercado y colegio cerca, y un gimnasio abierto las 24 horas del día.
Tenía que empezar su vida. Empezarla de verdad, sin amigos, ni profesores, ni padres ni campamentos de verano, sin prácticas o linternas para estudiar por la noche. Tenía que empezar a vivir su vida con 25 años. Entonces se vio sola.
Encontró un piso viejo y sucio en oferta en el centro de Barcelona, trabajaba de lunes a viernes en el gimnasio de su tía Julia como profesora de Yoga, compraba su ropa en los almacenes más baratos, y alquiló un coche en la empresa de un compañero de la Universidad. Tenía una vida tranquila, unos suelos llenos de bolas de pelo de gato, una habitación con posters de Simple Plan y postales de Paris, y una mesita llena de facturas. No encontró marido.
Aron se mudó a Zaragoza y estaba dentro de un proyecto de reciclaje de la ciudad, vivía con su novia Olivia, una veterinaria dos años menor con rastas por el pelo y un pirsin en la nariz.

 Estaba en mitad de su tercera década cuando encontró trabajo como dietista de jubilados con colesterol y esposas de empresarios cuarentones.  Cobraba el salario mínimo y escribió un libro de recetas llamado "30 recetas para mejorar tu vida". Comía helados de macadamia cada Viernes por la noche mientras que veía Sentido y Sensibilidad. Los sábados por la mañana salía a correr por los Jardins de Moragas y después se comía dos crusanes con mermelada en una pastelería de la plaza Sarriá. Conoció a Paco en una pagina de parejas de internet. Quedaron dos veces. La tercera vez que quedaron descubrió que Paco estaba casado y que tenía dos hijos. No le volvió a ver.

Lucinda tenía 38 años cuando Aron volvió a Barcelona. ¿La razón? A Olivia y él se les acabó el amor, "Ya no congeniamos en nada, ella quiere esparragos verdes para comer, y yo un filete de ternera, ella quiere viajar a Moscú y yo a Irlanda, a mi no me gustan sus padres y ella les mete en casa siempre que puede. Ahora quiere casarse, quiere tener hijos y un perro llamado Flufy." decía con pesar. Aron se quedó en su casa. Podría haber surgido el amor, Lucinda aún le quería, pero lo que había entre los dos no era más que una vaga relación de compañeros de piso. Aron estaba centrado en su proyecto de reciclaje y Lucinda en comer helado cada Viernes por la noche. Él quería pasear por Barcelona al atardecer y ella escribía su novela en el atardecer. Y sin embargo había cosas que les gustaban a los dos. Los martes iban al Teatro y veían cualquier obra,  después iban a un pub Irlandés y Aron tocaba la guitarra con su grupo "El ciudadano enfurecido". Aron recogía en su coche ecológico a Lucinda después del trabajo y después iban al Videoclub y alquilaban películas malas. En los días festivos iban a pasear al puerto marítimo, ella se llevaba su carpeta de apuntes para su nueva novela, y él su cámara Nikon y hacía fotos a las gaviotas. Aron hacía las chapuzas en casa y Lucinda se encargaba de comprar los productos de limpieza e higiene. Acudieron juntos a clases de vals para la boda de la hermana de Aron. No eran una pareja. No hacían el amor por las noches, ni se besaban en la cocina entre los fogones, no paseaban de la mano por el puerto marítimo, y sin embargo a ojos de cualquiera eran una pareja de mediana edad no muy cariñosos. A Lucinda le bastaba su compañía y sus pequeñas tradiciones. A las doce se apagaba la tele, la radio sólo se ponía para limpiar, el baño se limpiaba cada tres días, la colada la hacían los dos, el polvo lo limpiaba sólo Lucinda ya que Aron era alérgico, y Aron arreglaba el grifo del baño siempre que goteaba. A Aron le gustaba el café sin leche y sin azúcar y a Lucinda con tres cucharadas de azúcar y mucha leche, él prefería La guerra de las galaxias y ella El Señor de los Anillos, los martes se comía ensalada y pollo, él no traía a sus amantes a casa, y Lucinda no preguntaba por sus amores, él revelaba todas las fotos de gaviotas, y ella revelaba sólo las de la luna y el mar.
Su amistad y convivencia duró toda su vida. Aron murió primero. Dos años después ella. Les enterraron debajo del castaños, y aunque no estaban juntos la lápida de ámbos rezaba " la/el de al lado es mi amigo". Era su broma. Era.

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