martes, 10 de diciembre de 2013

"Que sea el mar I"

Aceptemoslo, no valgo para esto. No valgo para casi nada en realidad, tan sólo soy una caja fuerte de recuerdos, con hilos demasiados finos que tarde o temprano se romperan. No soy más que un tejido mal cosido, un trozo de tela descolorido. Si alguna vez tuve la esperanza de escribir como los grandes, se ha roto. Roto en mil pedazos de cristal, de vidrio barato de una botella de vino. ¡Pues eso soy y nada más que el vidrio feo del alcohol!
He intentado ser dramática cómo Dickens, pero seamos sinceros, Luci Manette no me convence, y sé demasiado poco de Sydney Carton para que me afectara su muerte, aunque fuera la más valiente. También he recurrido a los intentos detallistas de Conan Doyle, pero no me puedo imaginar una habitación tan detalladamente, ni puedo plantar rayos de Sol en todas las esquinas, ni ensombrecer los perfiles de un mueble, y menos crear un secreto. De los autores contemporáneos he intentado hacer una mezcla entre el amor por su madre de Tris Prior y su gran sacrificio por el bien de su soledad, la Katniss de Suzanne, y su valor de la humanidad y lo que significa una revolución, y por supuesto también he intentado coger algo de Lenna, y de su impacto compasivo por el amor, he incluido a la asesina de Kaldara, y sus artemanejes para con la lucha y las profecias. ¡Pero no me sale nada más que una niña demasiado perfecta para ser tomada en serio!
He mezclado demasiados protagonistas masculinos para que me quede clara su personalidad. Su primer amor quiero que sea como una mezcla entre el Patch de Becca Flitzparck,el Gideon de Kerstin Gier, el Augustus de John Green, y el Travis de James MCGuire ¡Pero no creo que un pobre muerto de hambre y mozo de cudras sea tan egocéntrico  y orgulloso! ¡Eso es cosa de ricos, principes y nobles!
Y luego estoy entre crear un segundo amor pasivo pero influyente, que sea una mezcla entre la bondad del Peeta de Collins, el Mario de Rocio Carmona, y el Kirtash de Laura Gallego.

Pero el más importante de todos, es su gran amor, (que no revelaré quién es, ni qué es) aquel que va a ainfluir de un modo drastico en la historia de la novela, ese hombre pasivo y tranquilo. Quiero que sea como el Kvothe de Patrick Rothfuss, el Maestro de El camino de las sombras,  Chloe de Trono de  Cristal, el Doctor Manette de Dickens, la Señora Defarge del Victoriano, el Will de Cassandra, y también Magnus.
Realmente pido demsiado, pero esque ademas tengo que incluir a la madre que necesita una fuerte personalida porque es la que le va cambiar el destino, una Criada Pross no demasiado buena ni demasiado mala y su hija con una inocencia enmascarada y un sacrificio, incluir a una mala madre de su padre, a un padre verdaderamente terrorifico y capaz de asustar a una muchacha de 15 años.
Y estos personajes son sólo del principio, que luego tiene que aparecer un maestro, una amiga un poco desorientada mentalemente, viajes, escenarios, ambientes, detalles, sensaciones, recuerdos y una lectura amena y pasionada que no se entienda a la primera. Y sobre todo un final explosivo.
Bueno aqui se hace lo que se puede lamentablemente, aqui os pongo el primer extracto inacabado. (Yo no sé porque hablo de "os" si aqui soy solo yo y las pasajeras plantas del desierto silencioso)
Gutten Abend.

 EPÍLOGO:
Todo empezó con una canción. Apenas recuerdo la canción, se ha escondido entre los vestigios de esta vieja alma mía. Se ha cosido con mis cicatrizes. Apenas recuerdo nada, tan solo la sensación de vida. Vida que me abandona, vida que fluye ante mis ojos, vida culpable. ¡Maldita vida!

Me llamé Sherezade. Mi madre, esa mujer que me dio la vida ¡Más le hubiera valido matarme!, me llamó en mis tiempos de niñez, Serze. Sherezade significa susurro, en Ílico, y Serze grito.
¡Vienen a por mí, esperar, aguardar, bajo este manto de estrellas, a que vuelva! ¡Vienen a matarme! ¡Pero yo ya estoy muerta! ¡Muerta!

Haré  de este diario un susurro de gritos, escucharme, prestar atención a las palabras que diré, y aclamad de nuevo a esta vieja heroína que se desvanece. Hacer correr mis palabras de casa en casa, bajad la voz cuando pronuncieis mi nombre, contar en oídos ajenos mis luchas, reunios en el bosque y alabar mis proezas, rodearos de fuego y vereis mi rostro. Si vuestra intención es verme cantar a la luna, y ella os escuchara, yo soy la luna, el Sol, Mar y Tierra. ¡Todo lo que tocais, pisais y sentiis es mío! La muerte me es ajena, si mi nombre sigue latiendo en los corazones de aquellos que salvé, si pronunciais mi nombre en un alarido de furia, si cantais mis canciones, y tocais mis notas, si haceis todo esto,¡Seguiré viva! ¡Estoy viva!

 Kantra Rue tarsa. "Que sea el mar"


CAPITULO 1:

Nací a la sombra de un sauce. Entre alaridos de gritos, y una suma soledad y tristeza. Aquella que reinaba en el corazón de mi madre. Cuando el Sol y la Luna se encuentran, cuando la marea está indecisa, cuando el aire huele a tormenta, pero las nubes aún no quieren llover, cuando los animales se esconden en sus madrigueras para esperar a la noche y los Buhos se preparan para abrir su alas, cuando todas estas cosas suceden o están apunto de ocurrir, nací yo .El mundo me esperaba, y yo les hicé esperar, pues querían ser protagonistas de la limpia y nueva mirada de un niño, querían vestir sus mejores galas, y hacer acopio de la belleza que la vida les dió, pero yo no miré. No miré nada durante tres días y tres noches. Mis ojos, ciegos, impolutos, llenos de recelos y oscuros, no vieron nada, hasta el atardecer de la tercera noche. Entonces abrí los ojos, y me llené del mundo. El mundo se hizó mío, y de pronto deseó no existir. Pues mis ojos miraban con la sabiduria de quien mira un árbol, con los ojos de quien lo ha visto miles de veces, y con la alegria de quien reconoce a un viejo amigo.
Sabía el nombre de las cosas, sabía que el agua era el agua, que el cielo era el cielo, y que la hierba era la hierba. Sin embargo, no conocía todo lo que me rodeaba. No conocia a mi madre, no la conocí hasta que me posó en su pecho y me abrazó con delicadeza y amor. No conocí el valor de la humanidad hasta que ella me miró, y cambió todo lo que miraba, cambió su fortaleza y su tristeza, cambió por que de pronto era madre. ¡Y madre es aquella, que ve y mira, que ria y llora, que camina y corre, madre es aquella que nace otra vez, cuando nace su hijo!
Mi madre era una lavandera de maña experiencia, de sabiduría concepción y de exitosa belleza. Era orfebre del valioso arte de bailar, y no jugar, con el agua.  Lavaba desde que el Sol saludaba por el Este, hasta que éste se perdía por el Oeste, todos los días, de cada semana, de cada mes, y de cada año. Realmente yo no fui consciente de cuánto lavaba hasta que el río se la llevó, con la corriente, o con la maldad ¡Qué sé yo! Pero no adelantemos aconteciemientos.
Vivíamos bajo la consideración de una aldea cercana a un palacio, el cual ordenaba y mandaba sobre el trabajo de sus habitrantes. Pero el palacio no sólo ordenaba en el trabajo sino también mandaba en la vida ¡Protagonista del hambre y la pobreza, de la sed, del calor, y de las enfermedades! Pero nadie vivía sin el palacio, y por eso era mejor vivir bajo su esclavitud, que morir con libertad, pues muerto no disfrutas de la libertad.
 Concretamente nosotras, es decir, mi madre y su recien nacida hija, vivíamos bajo el influjo de la esclavitud de la Criada Pross. La criada Pross, no era mala, pero tampoco era buena. En aquella época, nadie era del todo bueno, ni del todo malo, tan sólo sobreviviamos. De todas las historias que me contaron en aquella aldea, la que más recuerdo es la siguiente: Vivía a tres casas, si se podían llamar casas a un trozo maltrecho de tejado, cuatro paredes de paja y barro con olor a animal y pochedumbre, una moza llamada Lina, que por hambre, sed y necesidad, vendía su esqueletico y malsano cuerpo a quien dispusiera de sus servicios. Era un secreto a voces, todos sabíamos de Lina, y de cuantos muchachos que se habían hecho hombres con ella, pero nadie decía nada, ni hacía nada. Cuando la Criada Pross se enteró, la denunció al Duque que regentaba el palacio, pues el y nuestro señor no quería a mujeres de mala fama bajo su dominio, o más bien si había alguna la quería  para él, y para su sagrada y purperrima necesidad. Así que cuando dos soldados llamaron a la inexistente puerta de Linda, cogió una cuerda y Cicerón recogió su cuerpo ahorcado para llevarlo a la orilla que solo los muertos pueden tocar.  Linda tenía un hijo de tres años. Y tenía cuatro años, cuando la pena, el hambre y la sed se lo llevaron de vuelta con su madre. Nadie volvió a pronunciar el nombre de Linda, y si alguien lo decía era en un susurro detrás de la puerta. Mi madre y yo, tuvimos suerte. Kile, cómo se llamaba mi madre, trabajaba para ella, y cuando digo que trabajaba para ella quiero decir que también lavaba su ropa cómo si fuera una señora de alto renombre y riqueza y no una criada, y a cambio ella nos regalaba alguna prenda desgastada y descolorida de vez de en cuando. Llevé duarnte la mayoría de mi niñez, trapos descosidos de la Criada Pross. Me tenía que remangar las mangas, cuando la mayoría de los niños iban desnudos, así que bienvenida fuera las ganas de poderío de la Criada Pross. Pero no fueron malos tiempos.Creo que es hora de dejar que el recuerdo lleve el nombre del presente y explicaros mi día a día en el río de las lavanderas. Más concretamente en el día que aprendí a lavar.
-Serze ¿Has visto el jabón?
-Se acabó ayer.
-Entonces ve a palacio a pedir otra pastilla, te espero en el río.
-Sí, madre.-La cuesta que llevaba a palacio era larga y tediosa, así que los otros niños y yo íbamos juntos para no aburrirnos y jugar. Cantabamos melodías pegadizas y viejas mientras dejabamos atrás la aldea. Cuanto más subíamos la cuesta, el paisaje cambiaba más. Dejábamos atrás la pobreza, los tejados derruidos, las ruinas donde se escondían los que no tenían una casa, la suciedad, y el olor a moho y a excrementos, para ver las casas bien construidas, con dos o tres plantas, las calles con alcantarillas, y el suave y dulce aroma a pastel de carne recien hecho. Los tenderos abrían las tiendas, y nos miraban desafientes y asqueados, prometiendonos un merecido castigo si nos atrevíamos a robar en sus establecimientos. Incluso el cielo parecía más limpio en esa zona, incluso se podía respirar sin miedo a que te quietaran lo poco que tenían, porque ningún rico iba a querer una casa derruida. Tenía afinidad a dos chicos, el primero era Gabe, un chico más mayor que yo, que trabajaba como mozo de cuadras en las caballerizas, y Celenina, la hija de la criada Pross. Celenina no era cómo su madre, ella era timida, callada y tenía muy mala salud. Y aunque era más pequeña que yo, tenía cuerpo de mujer, se la notaban las curvas y los pechos, y su pelo era rubio. Algo que había despertado muchas habladurías pues los hijos de los pobres no eran rubios. Gabe babeaba por ella, se la comía con la mirada, pero Celenina no parecía notarlo. En realidad, siempre creí que Celenina sabía que todos los muchachos bebían los vientos por ella pero nunca se atrevia a corresponder por miedo a su madre. Lacriada Pross siempre la decía : "Tú, tú y tu belleza podeis conseguir a cualquier hombre que querais, no destrozes tu futuro con estos pobres aldeanos, puedes conquistar a cualquier rey". Mentiría si dijera que a veces no sentía envidia de ella. Su belleza era incomparable, y además nunca pasó hambre. Nunca supo lo que era chupar la corteza de un queso mugriente porque no había más comida, nunca oyó el dolor de una madre al no poder dar el pecho a su hijo porque no tenia leche que dar pues no había comida que comer. Sin embrago su amistad siempre me procuró ciertos beneficios. Cuando caía enferma ella me daba comida de más del palacio, o cuando en invierno hacía frio ella nos traía mantas y paja nueva. Y Gabe, bueno aquel muchacho alto, moreno, de ojos perdidamente verdes fue mi primer amor. Aún tengo pesadillas en las que lucho desesperadamente por llegar hasta él, en vano, y es cuando Celenina aparece, le coge de la mano y se van ¡Se van y me dejan sola! ¡Yo, aquella muchacha, que les quería! ¡Eran mis amigos!
Me dio razones para quererle, aunque supongo que yo era una inocente niña que no estaba preparada para los artemanejes de un Don Juan. Su sonrisa, con hoyuelos, sus manos encallecidas, su pelo moreno largo ondeando al viento, su olor a menta y a pienso, me hacian suspirar y soñar despierta. Fueron un alivio en las noches en las que no había nada que llevarse a la boca, él me quitaba el hambre, me quitaba mi inocencia.
-¿Habéis oído que habrá un baile en palacio?-dijo Gabe en mitad del camino.
-Oh sí, sería tan bonito asistir, ¿Te imaginas? Vestidos lujosos de todos los colores, parejas bailando, la orquesta tocando una canción tras otra, comida por doquier...
-Celenina, no podrás ir a ese baile, no vale la pena soñar con imposibles.
-Ya lo sé, Serze, pero vale la pena soñar, ¿Qué nos queda entonces si no podemos soñar?
-¿Te consuela, Cele, pensar que si hubieramos podido ir, te hubiera invitado? -Me ponía de los nervios que la llamara por ese apelativo. ¡Menos mal que se nos tenía prohibido asistir, no hubiera podido soportar verles bailar juntos!
-Me consuela, gracias Gabe.-"Arpía" pensé.
-¿Con quién te hubiera gustado ir, Serze?-me preguntó Gabe.
-No soy yo quien tiene que decidir, al fin y al cabo es el chico quien te invita a un baile.-Dije.
-Oh vamos Serze, ¿Me quieres decir que irías al baile con cualquiera, que no sueñas con ir con alguien especial?-Celenina me miraba, con ojos soñolientos, y con una mano en el pecho.
-Dilo-me dijo Gabe. Nos paramos en la puerta de la cocina y Celenina se adentró a pedir las pastillas de jabón.-¿Acaso no sueñas con nadie? ¿O esque tienes un corazón de piedra?
Sonreía con suficiencia, y me entraron ganas de gristarle "Contigo, sueño todo el día contigo, estupido ignorante" sólo para ver que cara se le ponía.




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